November 6, 2022
Text: Haggai 1:15b-2:9; Psalm 145:1-5, 17-21; 2 Thessalonians 2:1-5,13-17; Luke 20:27-38
By: Rev. Katie Dawson
One of my congregation members recently asked me: Why don’t we talk more about heaven? I think one reason is there is a lot we don’t know about the life that awaits us. We have metaphor and imagery in our scripture and we have a strong sense of being present with God, but I can’t answer any concrete questions about what comes next. So, personally, it feels like something I am ill equipped to talk about.
But the other reason is that when we really do dive into the scriptures, what we often find doesn’t mesh with our pop culture imagery and personal hopes. Take today’s scripture from Luke, for example. Many who have lost loved ones find comfort in the idea they will be reunited with spouses in heaven. Yet, when Jesus is directly confronted about this question by Sadducees, he dismantles that idea. Or rather, upends the whole conversation.
The Sadducees are part of a Jewish community that does not believe in resurrection. So trying to trip up Jesus and prove their position, they want to know what would happen to a family who has followed the rules of levirate marriage after the death of a husband. They ask, “whose wife would the woman be?” Jesus tosses the question out as invalid, because in heaven, or in that age, or in the resurrection of the dead, there is no marriage. It is a concept that is limited to our own mortal understanding of relationships. Not necessarily a helpful sermon to preach on All Saints Sunday as we light candles for our beloved members who have passed.
Instead, maybe it is more helpful to think about how Jesus reframes the entire conversation. When Moses meets God face to face, the Lord IS the God of Abraham, not WAS the God of Abraham. The Sadducees are focused on people who have died, but our God is God of the living, not of the died. In God and through God, in God’s time, there is only life and life abundant.
But that also means that this kind of heavenly relationship with God is not something we find in life after death. Scripture does not talk of heaven as something that we wait for, but something that we begin to experience right here and right now. The message of the prophets consistently proclaimed a kingdom upon this earth, under the heavens, with all nations gathering and all of creation being filled with the knowledge of God. Our passage from the book of Haggai invites us to take courage right now for God is with us. The Psalmist blesses and praises God not simply every day, but forever and ever… an eternity that starts today.
Brian McClaren reminds us that the Greek term “Zoein aionias” is often translated as eternal life in the New Testament, but it isn’t meant to refer to life after death. Instead, it is literally, “life of the ages” which we should compare with a sense of “life as people are living it these days.” “This is eternal life, to have an interactive relationship with the only true God and with Jesus Christ, his messenger.” (Brian McLaren, https://brianmclaren.net/if-youve-never-discovered/)
Even our hymnody reminds us that heaven is something we experience right now. Charles Wesley's “O For a Thousand Tongues to Sing” calls us to anticipate our heaven below and own that love is heaven.
So, why don’t we talk more about heaven? In some ways, we are always talking about it… even if we aren’t using that word. We do so whenever we talk about how God invites us right here and right now, to step into abundant life. We pray every week to embody God’s will on earth. We point to the Kingdom of God that is already here, even if not fully.
The real question is, how does heaven change our lives here and now? Instead of that quaint and comfortable idea that I can simply live my life, doing the best I can, and someday I’ll be with God in heaven, what does it mean that I am with God now? How would it change how we treat one another? How would it challenge the decisions we make every day? The saints of our community are those who have demonstrated this kind of “interactive relationship” with God in their everyday lives and remembering them invites us to do the same.
6 noviembre, 2022
Hageo 1:15b-2:9; Salmos 145:1-5, 17-21; 2 Tesalonicenses 2:1-5, 13-17; Lucas 20:27-38
Por: Rvda Katie Dawson
Uno de mis miembros me preguntó recientemente: ¿Por qué no hablamos más acerca del cielo? Creo que una razón es que hay mucho que no sabemos acerca de la vida que nos espera. Tenemos metáfora e imaginería en nuestras escrituras y tenemos un sentido fuerte de estar presente con Dios, pero no puedo contestar preguntas concretas acerca de lo que viene próximamente. Así que, personalmente, me siente como estoy mal preparada para hablar sobre tales cosas.
Pero la otra razón es que, cuando nos sumergimos en las escrituras, lo que encontramos no encaja con la imaginería de la cultura pop y de nuestras esperanzas personales. Tome, por ejemplo, la lectura de Lucas para hoy. Muchas personas que han perdido a alguien amado encuentran consuelo en la idea que serán reunidos con su esposo/a en el cielo. Pero, cuando Jesús tiene que confrontar esto directamente mediante la pregunta de los Saduceo, desmantela esta idea. O mejor, cambia la conversación totalmente.
Los Saduceos son parte de la comunidad judía que cree en la resurrección. Así que, tratando de tropezar a Jesús y probar su posición, quieren saber qué pasaría a una familia que ha seguido las reglas de casamiento levirato después de la muerte de un esposo. Preguntan: “¿de cuál de ellos será mujer?” Jesús cuenta la pregunta como inválida, porque en el cielo, o en esa edad, o en la resurrección de los muertos, no hay casamiento. Esto no es necesariamente sermón servicial para el domingo de Todos los Santos como encendemos las velas para nuestros miembros amados que han muerto.
En vez de eso, quizás es más servicial pensar en cómo Jesús pone la conversación en otro términos. Cuando Moisés se encuentra con Dios cara a cara, el Señor ES el Dios de Abraham, no FUE el Dios de Abraham. Los Saduceos son enfocados en personas que han muerto, pero nuestro Dios es Dios de los vivos, no de los muertos. En Dios y mediante Dios, en la hora de Dios, solamente hay vida y vida abundante.
Pero eso también significa que esta clase de relación divina con Dios no es nada que encontramos en la vida después de la muerte. Las escrituras no hablan del cielo como algo para el cual tenemos que esperar, sino algo que comenzamos a experimentar aquí y ahora. El mensaje de los profetas consistentemente proclamaron un reino en esta tierra, bajo los cielos, con todas las naciones reuniéndose y toda la creación siendo llenada con el conocimiento de Dios. Nuestra lectura de Hageo nos invita a ser valientes ahora mismo porque Dios está con nosotros. El salmista bendice a y alaba a Dios no solamente todos los días, sino para siempre . . . una eternidad que comienza hoy.
Brian McClaren nos acuerda que la frase del griego “Zoein aionias” se traduce frecuentemente como la vida eterna en el Nuevo Testamento, pero no debe referirse a la vida después de la muerte. En vez de eso, literalmente es “la vida de las edades” lo cual debemos comparar con un sentido de “la vida como personas la viven estos días.” “Esto es la vida eterna, tener una relación interactiva con el único Dios verdadero y con Jesucristo, su mensajero.” (Brian McLaren, https://brianmclaren.net/if-youve-never-discovered/)
Aún nuestros himnos nos acuerdan que el cielo es algo que experimentamos ahora mismo. “Mil Voces para celebrar” de Charles Wesley nos dice “y aquí del cielo gozarán, pues cielo es su amor.”
Así que, ¿por qué no hablamos más acerca de del cielo? En algunas maneras siempre hablamos del cielo . . . aún si no usamos esa palabra. Lo hacemos cuando hablamos acerca de cómo Dios nos invita ahora y aquí a entrar en la vida abundante. Oramos cada semana “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.” Señalamos al Reino de Dios que ya está aquí, aún si no está aquí completamente.
La pregunta verdadera es, ¿cómo es que el cielo cambia nuestras vidas aquí y ahora? En vez de esa idea evocadora y cómoda que simplemente puedo vivir mi vida, haciendo lo mejor que puedo, y algún día estaré en el cielo con Dios, ¿qué significa que estoy con Dios ahora? ¿Cómo cambiaría cómo nos tratamos unos a otros? ¿Cómo desafiaría las decisiones que tomamos cada día? Los santos de nuestra comunidad son los que han demostrado esta clase de “relación interactiva” con Dios en sus vidas diarias y recordando a ellos nos invita a hacer lo mismo.